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Cruzar la frontera Tailandia-Camboya (no es tan aterrador)

  • giovanna camacho salaberry
  • 13 dic 2017
  • 8 Min. de lectura

Cuando se acercaba la fecha de cruzar la frontera que une Aranyaprathet en Tailandia con Poipet en Camboya, empezamos a buscar toda la información posible en todos los lugares posibles para no dejar ninguna situación al azar.

Los sistemas de visas cambian con cada país y cambian con cada nacionalidad, y nosotros, portadores de pasaporte uruguayo, no somos los más beneficiados a la hora de pisar tierras extranjeras, siempre tenemos que tramitar las cuestiones con anticipación, pagar alguna tarifa especial o consolarnos con visitar los países por menos tiempo que los demás.

Para el caso de Camboya leímos mucho al respecto, principalmente para cruzar la frontera terrestre, atravesar caminando la ruta 33 en Tailandia para llegar a la ruta 5 en Camboya, y en todas las experiencias leímos de casos de pequeñas estafas, o al menos de intentos, que si uno no está bien preparado puede llegar a padecer.

Ninguno suele ser tan grave como parece, porque en el peor de los casos sólo vamos a perder unos pocos dólares, no es que vamos a terminar presos o apuñalados en una alcantarilla camboyana, pero cuando estamos viajando sin fecha definida de retorno, esos pocos dólares pueden significar el lugar donde dormir, o un par de almuerzos, que ningún viajero está dispuesto a sacrificar, y menos cuando no corresponde.

Por eso lo que sigue es pura y exclusivamente nuestra experiencia, no quiere decir que las circunstancias se vayan a dar de la siguiente manera, o que todo esté pactado así, simplemente queremos compartir lo que nosotros vivimos, porque no todos corrieron con la misma suerte, (o con el mismo ahorro).

Salimos desde Bangkok, en el tren que sale desde la estación de Hua Lamphong a las 5:55 am. (Es la cosa más puntual del universo, no lleguen a las 6 porque marchan).

Hay otro a las 13:05 por si no son madrugadores, ambos demoran seis horas, y ambos cuestan 48 baht.

Por supuesto que hay más opciones, como ómnibus, mucho más caro pero con desayuno, o avión, mucho más rápido, caro, pero menos engorroso.

En caso de viajar en tren, nosotros recomendamos tomar el de la mañana porque el del mediodía llega a las 19:00 y la frontera cierra a eso de las 20:00.

Tenemos entendido que en ese caso es más recomendable dormir en Aranyaprathet y al otro día tramitar la visa temprano, que hacer el papeleo contra reloj y dormir en Poipet, pero no lo experimentamos, así que no podemos aclarar mucho.

El tícket se compra el mismo día del viaje, antes no te lo venden, y el tren no es lo más cómodo del mundo pero tampoco es lo peor, nosotros logramos dormir ocupando todo el asiento aprovechando que estaba vacío, porque son dos asientos enfrentados, donde caben cuatro personas.

Una de las cosas que leímos fue que al llegar a la estación de trenes de Aranyaprathet, todos los conductores de Tuk-tuk iban a estar al acecho para cobrarnos una cifra descomunal, (ya que la aduana está a unos 4 kilómetros) que por lo que teníamos entendido lo justo era pagar entre 60 y 100 baht.

Resulta que había nada más que dos Tuk-tuk, el primero lo tomaron otros viajeros que venían en el tren, y al restante le preguntamos cuanto nos cobraba por llevarnos hasta la frontera y de entrada nos dijo que eran 100 baht, capaz que regateando se consigue por menos, pero en nuestro caso no lo intentamos porque el tipo de entrada nos ofreció un precio razonable, a diferencia de las otras experiencias donde te tiran un precio inflado hasta cinco veces. Como nos pareció honesto accedimos.

Eso sí; como habíamos leído le pedimos que nos dejara en la oficina correcta, porque parece que a otras personas los han dejado en lugares "truchos", con personas que se ofrecen a hacerte el trámite más rápido y terminan pagando más caro todo.

El hombre un amor, nos dejó en donde teníamos que iniciar el papeleo.

Aclaración: un chico que viajó en el mismo tren tomó un camión lleno de gente local, y llegó a la frontera al mismo tiempo que nosotros. Desconocemos el precio, pero calculamos que es un transporte público y que debe costar mucho menos.

La única forma de ingresar al lugar oficial donde empezar a tramitar la visa es a la derecha del cartel que aparece a continuación. Siguiendo el pasillo.

La única forma de errarle es delegarle el trámite a una de la cantidad de personas que se ofrecen a hacerlo (que son las que te cobran más caro), y que en nuestro caso apareció sólo un hombre, y cuando le dijimos que ya teníamos visa se fue.

Donde empieza todo

Acá empieza el trámite.

Cuando termina el pasillo que son unos cincuenta metros hay que girar apenas a la derecha y se ve una escalera que anuncia la oficina tailandesa, donde se sella la salida, ahí hay que presentar la tarjeta de salida del país, que debería estar adjunta al pasaporte desde el día que pisamos Tailandia, pero en caso de haberla perdido nos dan otra en el mismo lugar.

Al final de este pasillo está la oficina tailandesa.

En esta parte hay un cartel que avisa que vamos a demorar unos veinte minutos, como para que vayamos adiestrando la paciencia vio, pero cuando llegamos había unas veinte personas y no demoramos más de diez minutos.

De última el aire acondicionado está tan lindo que da lástima que dure tan poco.

Frente de la aduana de Tailandia.

De acá se sale por una escalera, aparece otro cartel, un montón de personas descansando contra los muros (que pensamos nos van a querer estafar por todo lo que habíamos estudiado), pero ni siquiera nos saludan.

Caminamos por otro pasillo, esta vez al aire libre, hay un montón de puestos donde comprar agua o comida y eso sí, un montón de niños solitos que son mandados por los papás a pedir algo a los turistas, una nena de unos tres años hasta me dio la mano y caminó conmigo como cincuenta metros, casi me la llevo pero Ale no me dejó.

Ya ves la bandera y la arquitectura que caracteriza a Camboya, pero faltan un par de pasitos...

Enseguida a la derecha aparece la oficina de inmigración camboyana, donde la cosa se empieza a complicar, porque acá es donde hay que pagar.

Leímos que la visa cuesta 30 dólares americanos, que incluso un cartel lo aclara, y que si te cobran más es de puro corruptos.

Ahí fue que decidimos, que si no había nadie, sacábamos coraje de algún lado y nos poníamos firmes con el precio justo, y si habían más personas pagábamos ese poquito que se nos exigiera sólo para no entrar en conflicto con los demás.

En esta oficina debe haber unos ocho policías, a cuál de todos más al garete, hay una ventanilla donde presentar el pasaporte, y un par de mesas que te ofrecen para rellenar el formulario que te entregan, también acá es cuando presentamos una foto tamaño pasaporte.

Encima de la ventanilla hay un cartel oficial de plástico azul que indica que la visa cuesta 30 dólares americanos, encima del mostrador en la misma ventanilla hay un cartel hecho a mano, muy desprolijo, que indica que la visa cuesta 30 dólares americanos más 100 baht (eso es lo que no corresponde), o 1200 baht si se paga con dinero tailandés.

Segunda aclaración: como el precio no está aclarado en dinero tailandés, deducimos que es menos de 1200 baht, pero en ese caso uno no tiene de donde aferrarse para pagar lo que realmente es.

Y creemos que cambiando plata tailandesa a dólares americanos y yendo con lo justo, por lo menos 200 baht nos ahorramos.

Le doy nuestros pasaportes al oficial con 60 dólares adentro, el tipo me alcanza el cartel hecho a mano, me da un par de formularios, junto nuestras cosas y nos sentamos a completar los papeles, le añadimos la foto y los entregamos.

El hombre me da de nuevo el cartel y le digo que la visa vale 30 dólares.

Me devuelve mis cosas y me aparta de la ventanilla.

Estuvimos a punto de irnos pensando que habíamos zafado, que ya estaba el trámite listo, pero abrimos los pasaportes y vemos los formularios, las fotos y la plata.

Esperamos un rato, la sala estaba vacía, volvemos a la ventanilla, entregamos todo otra vez, de nuevo el cartel, le digo de nuevo, señalando el cartel de arriba, que la visa vale 30, el tipo agarra mis cosas, con cara de no mucha felicidad, se las da a los cuatro oficiales del otro lado que mientras dura el proceso se reparten plata que guardan en sus respectivas billeteras (literal), pasan cinco minutos, me devuelven los pasaportes con la visa lista.

Pagando nada más que los 30 dólares que se mencionan.

De nuevo pienso que ya tenemos todo cocinado, pero alguien de afuera nos avisa que hay que pasar por un último lugar.

Hay que caminar unos doscientos metros por la calle, aparece otro pasillo, otra vez lleno de niños pidiendo cosas, llegamos a ver una que apenas pasaba el año, comiendo de un frasco, solita en la vereda, con un vaso para limosnas adelante (solo espero que alguna madre, padre o tutor la estuviera relojeando), a la derecha hay más oficinas.

Acá es donde hacemos fila de nuevo, rellenamos una tarjeta de entrada que nos proveen, en donde preguntan por ejemplo la dirección en Camboya (nosotros simplemente pusimos el nombre del hostel que teníamos reservado y ni un problema), acto seguido nos toman las huellas digitales y listo.

Al salir de ahí estamos habilitados legalmente para permanecer treinta días consecutivos en el Reino de Camboya.

Pero acá no se acaba la jugada.

Le preguntamos a un hombre si sabía donde quedaba la estación de ómnibus, y en lugar de contestar lo que pretendíamos nos pregunta si pasamos por ahí, señalando una oficina. La oficina que señala es un puesto de información oficial, transformado en kiosco, de donde aparece un señor en short, remera y ojotas como recién levantado de la siesta (todos los trabajadores de inmigración llevan uniforme oficial) y me pide los pasaportes, y me dice que tengo que pagar no sé cuánto por un sello de no sé qué.

Amablemente le digo que ya habíamos pago todo lo que teníamos que pagar, me devuelve las cosas y entra al puesto.

Nos queda la última parte, y es que leímos acerca de un ómnibus gratis, que te lleva hasta la terminal para tomar otro ómnibus hasta la ciudad en donde tengamos pensado llegar.

Hecha la ley hecha la trampa.

No es muy normal que en el Sudeste Asiático existan cosas gratis...y nosotros sabíamos por una pareja amiga amiga que tramitó la visa un par de días antes, que el famoso ómnibus gratuito te lleva hasta una terminal para turistas, donde los ómnibus cuestan el doble de lo normal.

Al parecer la terminal normal se encuentra a un kilómetro pasando la anterior.

Tomamos este ómnibus free, el chofer un amor, paró a mitad de camino para que yo retire plata de un cajero y nos dejó en la estación.

Ahí vimos que además de ser más caros los pasajes, (entre 10 y 15 dólares, cuando lo normal es que cuesten 5) los ómnibus son minivans, que no salen hasta que juntan un mínimo de personas, cosa que te puede llevar mucho tiempo.

Nuestra idea principal era, después de la estación "falsa", caminar ese kilómetro hasta la verdadera, pero se nos ocurrió hacer dedo, porque cada vez que hacemos dedo, la gente no entiende que queremos viajar así, y se ofrecen a llevarnos hasta la estación de ómnibus o trenes más cercana, y como no teníamos mapa ni la dirección exacta, pedimos que nos dejen en la estación de buses, que al fin y al cabo es lo que todos quieren hacer, pero nosotros no, pero nos salió mal la jugada -o bien- y el conductor no entendió un pomo, nos dejó a treinta kilómetros, (siempre por la ruta que teníamos que tomar) caminamos tres cuadras y todos los astros se alinearon; llegamos a una agencia, donde un ómnibus estaba a punto de salir hacia Battambang, la ciudad a la que íbamos, y nos llevó por dos dólares y medio.

Al final lo aterrador era tener que pagar más de lo debido, cosa que nunca sucedió, y que en su defecto no van a ser más de diez dólares, pero como dije al principio, esos diez dólares pueden significar el alojamiento de una noche o la comida un día.

Y en nuestro caso, si tenemos que perderlos preferimos que sea porque se los damos a ese puñado de chiquitos que andan a la vuelta de la aduana, y no a ese puñado de oficiales que ya cobran su sueldo.

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